lunes, 11 de mayo de 2015

Ambiente.

Necesitamos un estudio de mercado. Necesitamos determinar con exactitud el interés de las personas por el ambiente; no sólo las buenas intenciones que todos declaran. Necesitamos saber con precisión el interés que tienen por el planeta, por evitar la generación de basura, necesitamos saber cuánto están dispuestos a pagar y cuántos hábitos están dispuestos a cambiar por conservar el ambiente.
Tener en las manos un estudio así, con los cientos, tal vez miles de páginas llenas de entrevistas, estadísticas, análisis y conclusiones, cuesta mucho dinero. Pero ver los resultados es gratis y accesible a todos.
Vamos a un supermercado. Estos lugares están diseñados por personas especialistas en analizar el comportamiento de los clientes. Colocan a la altura de los ojos los productos que quieren vender y, en las cabeceras de los pasillos los que quieren mostrar. Analizan el efecto de colocar precios de $9.99 en vez de los $10.00 que cobraran por no tener un centavo de cambio. Sin importar la empresa, la ropa siempre estará cerca de la entrada y la comida hasta el fondo. La herramienta se encontrará cerca de los muebles y las cajas registradoras estarán medio ocultas por refrescos y golosinas.
Las personas que diseñan los supermercados no sólo toman nota del lugar de cada producto, también observan las fechas y los horarios. No tienen la misma clientela en la mañana de un martes que en la tarde de un sábado. Así planean las actividades de su personal.
Un supermercado es el resultado de un estudio de comportamiento de los clientes, un estudio que se paga sólo porque garantiza incrementar los ingresos.
Hace un par de años, el gobierno inició una campaña para motivar a las personas a que no llevaran sus compras a la casa en bolsas de plástico. En algún momento las empresas se dieron cuenta de que la campaña era un posible nicho de mercado y empezaron a vender bolsas reciclables a bajo costo. Obviamente las colocaron a la entrada de los locales y cerca de las cajas registradoras. Se trataba de que nadie se quedara sin bolsa por olvido cuando pasó por el fondo de la tienda. Las bolsas eran de tela o papel resistente, se podían utilizar varias veces.
Tiempo después dejaron de ofrecerse. Obviamente no se vendieron y las empresas dejaron de insistir en una idea que parecía buena pero no tenía mercado.
¿Qué pasó? No lo sé, no tengo el estudio de mercado en las manos, pero puedo apostar a que la inmensa mayoría de las personas olvidaban la bolsa en sus casas y no querían volver a comprar otra reciclable cuando podían llevarse una desechable. El resultado se encuentra en los supermercados: los productos se colocan en bolsas desechables y el costo de estas se cobra de todas las ventas.
Sin embargo, el ambiente no sólo son los basureros, los ríos o las alcantarillas llenos bolsas desechables. Las personas forman parte del ambiente; no solo están dentro del ambiente, si no que son parte de él. Así que las bolsas desechables también los lastiman a ellos.
Resulta que las bolsas son de un plástico delgado que se puede enterrar en los dedos cuando se cargan con mucho peso. Los dedos se pueden lastimar o al menos es incómodo cargar las bolsas en estas condiciones. Otro posible nicho de mercado.
Alguien diseñó agarraderas ergonómicas para abrazar las asas de las bolsas y poder cargarlas sin lastimarse los dedos. Ignoro cuántas personas las compraron, pero los resultados están en los supermercados: las agarraderas no se venden mucho: no están en un lugar preferencial. Además, no he visto a muchas personas llevar una de estas agarraderas a la salida del supermercado.
Creo que ni siquiera el dolor físico hace que las personas se interesen por el ambiente.
Escrito el 1 de Junio de 2014.

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