martes, 31 de marzo de 2015

Supervivencia Parte I.


No evolucionamos para leer, pero nuestra supervivencia depende de ello.
Es obvio por los dos lados. La escritura y la lectura son actividades tan recientes, en términos evolutivos, que nuestro cerebro no ha podido evolucionar para realizarlas. El cerebro se adapta a estas actividades, pero no nació para ello. Además, sin la acumulación de conocimiento que ofrecen los libros, es imposible lograr los avances científicos, médicos, tecnológicos y culturales actuales, que son los que pueden garantizar la supervivencia de nuestra especie.
Al inicio la especie humana sobrevivió igual que las demás: tenía que enfrentarse al ambiente y al resto de las especies con los pocos recursos de su cuerpo y la experiencia que pudiera acumular durante la vida de los individuos. Cuando se logró comunicar verbalmente pudo transmitir sus experiencias y, cuando creo la escritura, la acumulación de estos escritos fue el origen del conocimiento. Lo primero sucedió durante milenios y lo segundo en pocos siglos. Por ello nuestro cerebro no ha podido evolucionar para leer y escribir. Se puede decir que la escritura y la lectura son actividades contra natura.
Sin embargo, aun con enfermedades y hambre, nuestra especie sobrevivió sin escribir y leer. Se vivía poco y mal, según nuestros parámetros actuales; pero se sobrevivió. Sucedió lo mismo que con el resto de especies del género Homo: los grandes problemas eran la obtención de comida y la defensa de otros animales. Se puede pensar entonces que nuestra supervivencia no depende de la lectura y la escritura, que hemos sobrevivido sin ellas. Falso.
Las especies del género Homo más exitosas en términos evolutivos fueron los Australopithecus afarensis que lograron vivir durante 900,000 años, los Paranthropus boisei con 1,100,000 años y los Homo erectus que vivieron durante 1,500,000 años. Es decir, sobrevivieron mucho tiempo y se extinguieron. Sin embargo ninguno de estos Homo leía, los Homo sapiens sí.
Afortunadamente, tenemos tiempo: llevamos 200,000 años en el planeta y hemos logrado más que el resto de nuestros parientes juntos. Si pensamos que los Homo erectus aguantaron 1,500,000 años, a nosotros nos quedan 1,300,000 años por delante.
Mucho se ha especulado sobre cuál será la evolución del Homo sapiens, desde seres con cerebros más grandes hasta adaptaciones para tener cuerpos artificiales. Creo que en nuestra actual sociedad, un ser humano que nazca con un cerebro diseñado para leer y procesar más información que el resto va a dominar.
Es decir, mi apuesta al siguiente paso evolutivo es el Homo lector. Afortunadamente, tenemos más o menos un millón de años para el logro de tal mutación.
Referencias:
http://es.wikipedia.org/wiki/Evoluci%C3%B3n_humana#Tabla_comparativa_de_las_diferentes_especies_del_g.C3.A9nero_Homo
http://es.wikipedia.org/wiki/Australopithecus_afarensis
http://es.wikipedia.org/wiki/Paranthropus_boisei
http://es.wikipedia.org/wiki/Homo_erectus
http://es.wikipedia.org/wiki/Origen_de_los_humanos_modernos
Escrito el 12 de Enero de 2014.

sábado, 21 de marzo de 2015

Tolerancia.

Toleremos mientras nos sea permitido. Es loable ser tolerante, forma parte de nuestras normas sociales para poder convivir sin problemas con nuestros semejantes. Pero siempre existen límites, impuestos por la mayoría, que cada individuo debe respetar a menos de que quiera que sus congéneres sean intolerantes con él.
Por ejemplo, la sexualidad: se supone que debe estar en el ámbito privado donde no debe existir más opinión que la propia. Sin embargo, los casos de acoso por tener diferentes preferencias sexuales son conocidos. Generalmente esto sucede dentro del siguiente esquema: los defensores de la libertad de elección y los de la postura única se enfrentan en largas discusiones y terminan sin un acuerdo. A veces, algunos defensores de la libertad de elección son agredidos, aun hasta la muerte. Pocas veces sucede lo contrario. Ante las agresiones y, considerando la ideología de las personas que detentan la autoridad, se investigará y se fijara una postura de las instituciones para evitar futuros actos de violencia.
Ahora pongámonos en los zapatos de quienes detentan la autoridad. Si se trata de un gobernante electo, es muy probable que busque complacer a la mayoría: tratará de mantener la cuota de votos que lo llevo al poder. Como generalmente la población es defensora de la postura única, entonces la autoridad simulará investigar, no llegará a ninguna conclusión y mucho menos a tener al culpable de la agresión.
Es decir, la autoridad será reflejo de la postura de la sociedad. ¿Es esto condenable? Cuando mencionamos “las personas que detentan la autoridad” es frecuente que nos imaginemos a un gobernante respaldado por un cuerpo de policía, que puede ir a los golpes contra un grupo de inconformes y que tiene la obligación de hacer respetar las leyes. En este caso, la única pérdida que lamentar será la mencionada cuota de votos.
Ahora pensemos en un director de escuela que tiene a su cargo a un docente homosexual o, si se prefiere, a un practicante de una religión distinta a la mayoritaria. E imaginemos a dicho director en un salón de clases frente a cuarenta padres de familia que le exigen la destitución del docente. El académico no tiene al cuerpo de policía respaldándolo para hacer entender a los padres de familia que la educación es laica y que no se debe discriminar a nadie, sea alumno o maestro.
En este caso no se trata sólo de la cuota de votos: el director se puede encontrar en el límite de la tolerancia de la sociedad. Si no discrimina al diferente, él será discriminado. En este caso, ¿es condenable ser reflejo de la sociedad? Se puede argumentar que el director cuenta con el respaldo de las autoridades educativas y que el catedrático puede ser transferido a otro plantel con padres de familia más tolerantes. O sea, dejamos a los intolerantes hacer lo que quieran, y les sacamos la vuelta.
Pero, abusando de la imaginación, podemos pensar en que un grupo de nuestros vecinos agreden a otro porque es diferente, sea la diferencia que sea. ¿Saldremos a la defensa del discriminado? Porque en este caso bien podemos cerrar la puerta, encender la televisión y olvidarnos del problema: no somos autoridad y no tenemos la obligación de defender al agredido, tal vez la ética pero no la legal. Es probable que queramos proteger al discriminado, que deseemos vivir en un vecindario tolerante; no es grato enfrentarnos a nuestros vecinos por un problema ajeno. ¿Es esto condenable?
En los tres casos es condenable ser reflejo de la sociedad intolerante, la diferencia es que en el último nadie nos señalará y en los dos primeros, por tratarse de cargos públicos, siempre se nos cuestionará nuestra actuación.
Sin embargo, creo que sería mucho más útil y provechoso no encendamos la televisión y nos enfrentemos a nuestros vecinos. Es valioso ser tolerantes cuando no se nos permite serlo.
Escrito el 26 de Abril de 2014.

miércoles, 11 de marzo de 2015

Colecciones.

Con el paso del tiempo he acumulado muchas cosas. A veces, por conservar un recuerdo y a veces por iniciar una colección, he juntado muchas cosas. Actualmente quiero conservar lo que es importante y dejar lo que perdió importancia con el paso de los años.
Por ejemplo, mis libros. Los he tenido desde que era joven; tengo algunos autores preferidos y en el afán de conocer más he comprado algunos que no fueron muy buenos o que no me convence conservar. Antes consideraba que nunca te desprendías de un libro; debías tener un libro eternamente. Si el libro no me gustó, era necesario conservarlo para recordar el porqué del desagrado. En cambio ahora pienso que necesito tener los libros que me gustaría leer en el futuro; los demás, buenos o malos, necesito dejarlos: donarlos a una biblioteca, venderlos o regalarlos. No considero que sea bueno que acumule libros.
Algo diferente sucede con mi colección de latas de refresco. Cuando empecé a acumularlas para decorar las paredes de mi cuarto en la casa de mis padres, tenía la idea de cubrirlas por completo. Nunca pensé que llegar a cubrir todas las paredes sería un problema. No me puse a pensar que no quería deshacerme de las latas de hace diez años, que poca gente recuerda y que a varios asombra verlas de nuevo, e iba a necesitar espacio para acumular las nuevas. No puedo pensar en hacer una selección por la naturaleza de la serie; son simples latas de refresco, en esencia basura, aunque tienen el trabajo artístico de un producto de mercadotecnia. No es algo como los libros, donde pueda escoger buenos o malos autores o tener preferencia por un género.
Lo que es común a todo es la carga emocional que deposito en mis cosas. Para deshacerme de ellas primero necesito trabajar con mis sentimientos. El problema no son las cosas, son las emociones. Para desprenderme de las cosas necesito primero desprenderme de los sentimientos que evocan.
Y, ¿para qué quiero deshacerme de las cosas? Bueno, pues eso es parte del problema de espacio de las viviendas; en una muy grande podría almacenar y almacenar cosas, y en una chica como la que actualmente habito no se puede acumular tanto. La economía ha llegado al grado de que es necesario administrar por igual nuestras cosas y nuestras emociones.
Escrito el 18 de Agosto de 2013.

domingo, 1 de marzo de 2015

En tierra de ciegos.


En tierra de obesos, el llenito es modelo de pasarela y el flaco atleta. En el país con más obesos del mundo, donde la mayoría de las personas padecen algún grado de sobrepeso u obesidad, ver personas obesas es común y rápidamente nos acostumbramos a ello. Es por esto que ver a una persona en su peso normal puede dar la impresión de tenerse enfrente a un atleta o a una persona desnutrida.
En el mismo país puede ser que una persona que se sabe con sobrepeso, al comentarlo, sea confrontado o al menos cuestionado: ¿estás seguro? ¡No lo puedo creer, yo te veo bien! Es obvio: al estar acostumbrados a ver muchas personas obesas, empezamos a pensar que esta es nuestra condición normal, y saludable.
Ser obeso es una enfermedad pero no es fácil de identificar; generalmente pensamos en la obesidad como sinónimo de gordura. El problema es que nuestro cuerpo se adapta a las actividades que realizamos. Por ello sería más útil ver las actividades de las personas que su silueta.
Por ejemplo, dos atletas profesionales, un corredor de fondo y un lanzador de martillo, tienen siluetas totalmente diferentes pero ambos están completamente sanos. Esto se debe a que sus cuerpos se adaptan a las actividades que desarrollan. Sin embargo, si vemos a los dos caminando por la calle, podemos llegar a la conclusión de que el primero está anémico y el segundo obeso.
Para determinar si una persona tiene obesidad es necesario hacer un estudio clínico. Pero en el afán de facilitar el trabajo los médicos cometieron un error: desarrollaron un indicador muy fácil de calcular. El índice de masa corporal requiere que se mida la estatura y el peso de la persona y con dos operaciones se tiene un número: se consulta un cuadro y se tiene una orientación de su estado. El problema es que esas mediciones y cuentas cualquiera puede hacerlas y entonces ven el indicador aislado como el resultado definitivo de un estudio clínico.
Personalmente me han hecho comentarios de admiración sobre la actividad que desarrollo en bicicleta. La actividad consiste en recorrer seis kilómetros de mi casa al trabajo, subiendo ciento sesenta metros de desnivel. Por la tarde realizo el mismo recorrido de regreso. Esta actividad ha sido motivo de que se me compare con Lance Armstrong, el más famoso ciclista de estos años. Es halagador, pero no se puede comparar doce kilómetros diarios con las etapas de 180 kilómetros del Tour de Francia. Sin embargo, en un país de obesos, recorrer seis kilómetros diarios en bicicleta puede ser motivo de admiración de los conocidos. En este caso, la percepción sobre nuestro cuerpo es influenciada nuevamente por el entorno: en un país donde la mayoría no hace ejercicio se considera deportista a quien lo hace un poco.
Y esto último puede ser un problema grave. Una persona que haga un poco de ejercicio y por los comentarios de sus conocidos crea que es un deportista, puede llegar a considerar participar en competencias sin entrenamiento y sin considerar las dolencias de su cuerpo. Puede llegar a sufrir lesiones o simplemente a sufrir una fractura de ego por llegar en último lugar en una carrera que él consideraba fácil de ganar.
Todo esto hace difícil practicar ejercicio: primero porque se trata de una decisión personal pero sobre todo, porque es necesario sonreír a las opiniones de los demás sin tomarlas en serio. Es una actividad que se debe afrontar solo, al menos hasta que se encuentra un grupo de personas que tienen similar capacidad de ejercitarse y comparten el gusto por el mismo deporte. En ese caso se pueden dejar de lado las opiniones de quienes no pertenecen al grupo.
Escrito el 23 de Febrero de 2014.