domingo, 1 de noviembre de 2015

El encanto de la ingeniería.

Ser ingeniero puede dar cierto encanto en las relaciones sociales. De entrada, parece que muchas personas creen que todos los ingenieros son personas bastante inteligentes; además es posible que también consideren que tienen ingresos altos comparados con el resto de las profesiones. O que pueden  conseguir un nuevo empleo rápidamente porque hacen cosas útiles y necesarias. Todo esto puede llevar a que se les tenga en alta estima social.
Pero, si hasta la basura se clasifica, las ingenierías no se quedan atrás: no todas tienen el mismo encanto. Por ejemplo, construir caminos no es admirado igual que el diseño de aviones. Así, un ingeniero civil no será tan admirado cómo un aeronáutico. No importa que el primero gane más dinero que el segundo o que enfrente problemas más complejos: todos saben cómo funciona un camino y sólo algunos cómo lo hace un avión.
Cuando se vive en una sociedad inundada de información sobre problemas de contaminación, un ingeniero ambiental se ve cubierto con un aura de salvador de la Madre Tierra. No importa que se dedique a analizar estadísticas y cambie de automóvil cada seis meses; para muchos está salvando el planeta. Si la misma sociedad tiene abundancia de información sobre problemas de energía, un ingeniero en materiales puede tener la misma aura. Pero hay niveles: un ingeniero que fabrique celdas solares puede gozar de mayor estima que un investigador sobre lo mismo: el primero hace algo tangible y vendible, el segundo hace algo, quien sabe qué, algo.
Tampoco es lo mismo dedicarse a diseñar que a dar mantenimiento. Los diseñadores son considerados gente creativa, cuyo límite es su propia imaginación. Los segundos pueden pasar por personas hábiles para hacer reparaciones. Entre ingenieros se puede saber que diseñar puede ser copiar ideas de otros y que el mantenimiento puede implicar memorizar varios planos y diagramas, además se conocer al detalle el fundamento físico y químico de los procesos que se realizan en la máquina. Lo segundo será más complejo que lo primero, pero eso es entre ingenieros: las personas no lo saben.
Ahora pensemos en la visibilidad de las áreas de trabajo: usemos como ejemplo el mantenimiento. Si el ingeniero se dedica a dar soporte técnico a computadoras en una empresa, posiblemente nadie se entere de la existencia de su trabajo hasta que algo falle. Y se enteraran dentro de la empresa, difícilmente fuera. No es lo mismo que los ingenieros que supervisan trabajos en las calles: tendido de cables, mantenimiento de ductos y otros. Estos son visibles, la población sabe que se hace algo. No en balde algunos gobiernos planean dichos trabajos durante las horas de mayor tránsito: se busca que las personas se enteren del trabajo realizado, aunque se pueda hacer de noche y sin ocasionar molestias.
Todo lo anterior conlleva diferentes interpretaciones cuando se trata de las relaciones sociales. Sobre todo cuando se es un ingeniero que cambia de área de trabajo con relativa frecuencia: se puede notar el cambio de trato de las personas si el profesional se involucra en áreas valoradas dejando atrás otras menos conocidas.
Obviamente, también interviene la apreciación del interlocutor: entre personas que valoran la riqueza, el ingeniero que efectué trabajos de en beneficio de poblaciones pobres no será tan bien recibido como aquel que sea gerente de una transnacional petrolera. Obviamente, sucede lo contrario cuando el interlocutor considera loable la distribución equitativa de la riqueza.
Lo único que puedo considerar una constante en todos los buenos ingenieros, es que son personas que ven los problemas y buscan las soluciones sin importar los interlocutores. Frecuentemente aprecio que los últimos sólo buscan platicar sus dilemas, no resolverlos, y ven interrumpido su discurso por una solución no solicitada. Esto puede llegar a romper todo el encanto.
Escrito el 2 de Febrero de 2015.

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