martes, 11 de agosto de 2015

Los 74 minutos de los discos compactos originales.

Juguemos a los detectives: se trata de descubrir el porqué de los 74 minutos. Si buscamos en la Internet, podemos sacar de entre muchas paginas todos los datos de la historia. Así que sólo los ordenaremos de forma coherente como las pistas de un caso de detectives.
De inicio podemos ubicar la creación de los discos compactos como un trabajo conjunto de las empresas Phillips y Sony. También podemos encontrar información acústica sobre las necesidades a cubrir por los discos: un adulto joven sin deterioro en su capacidad auditiva puede escuchar hasta veintidós mil ciclos por segundo, y la frecuencia de muestreo debe ser el doble de dicha capacidad para evitar que se detecte ruido en la grabación. Entonces se necesitan 44 100 kHz.
Y varios datos técnicos: para reproducir toda la escala de intensidades del sonido, desde pianississimos hasta fortississimos, se requieren 16 bites de información. Haciendo conversiones de unidades se llega a determinar que los discos compactos necesitan almacenar 88 200 bites por segundo para que la reproducción abarque toda la gama de sonidos detectables por el oído humano, sin ruido. Sin embargo, esta cantidad es suficiente sólo cuando tenemos nada más una fuente de sonido, cuando pensamos en el sonido estereofónico necesitamos el doble: 176 400 bites por segundo.
Ahora un detalle: los discos compactos se leen de la misma forma que un disco de vinilo, es decir, poseen pequeños surcos por donde pasa el rayo láser que hace el trabajo de la aguja de antiguos tornamesas. La diferencia es que son surcos tan pequeños que terminan siendo invisibles para el ojo humano y dan el tan conocido aspecto de espejo. Sin embargo, son surcos y determinan el tamaño del disco: se requiere tanta información por segundo de música, eso son tantos micrómetros de largo y tantos de ancho, el resultado son tantos centímetros de diámetro por cada hora de grabación.
Considerando lo anterior, todo el trabajo de desarrollo se hizo con prototipos de una hora de duración. Teniendo los primeros resultados validados por músicos expertos, Phillips se adelantó a Sony: empezó la construcción de una fabrica de discos de 115 milímetros de diámetro, suficientes para grabar la hora de música exacta. Cuando Sony se enteró de esto vio que su colaborador y competidor tendría ventaja al producir y por lo tanto vender los primeros lotes de discos compactos. Tenían que buscar la forma de anular la ventaja comercial.
Ahí fue donde entró Norio Ohga a escena. Habiendo hecho estudios profesionales de música, mandó a Sony una crítica tan constructiva sobre los primeros casetes que la compañía lo invitó a trabajar con ellos. Escaló puestos hasta llegar a ser su presidente. Cuando se empezó a trabajar en el desarrollo del disco compacto tenía este puesto.
El problema era entonces cambiar el tamaño de los discos o, lo que es lo mismo, su duración para que Phillips no se comiera el futuro mercado. Ohga encontró la excusa perfecta, una obra imprescindible para cualquier amante de la música de más de una hora de duración: la Novena Sinfonía de Beethoven.
Sin embargo, las grabaciones más conocidas de la Novena no pasaban de 65 minutos; con cualquier adelanto tecnológico, Phillis podía llegar a gravar la Novena en un disco de 115 milimetros. O incluso cualquiera sabe que las obras musicales se pueden tocar variando los tiempos, una obra se puede acortar tocando más rápido: un director de fama mundial acomodando los tiempos era suficiente para Phillips. Por esto se buscó la grabación más larga siendo esta la del director Wilhelm Furtwängler realizada durante el Festival de Bayreuth de 1951: 74 minutos de duración.
También es cierto que existían obras más largas, por ejemplo la Tercera Sinfonía de Gustav Mahler (una hora y cuarto) o la Primera Sinfonía de Harvergal Brian (dos horas), pero ninguna de ellas es tan importante y famosa como para poder justificar el cambio de formato sin objeciones: Beethoven sigue siendo El Titán.
Escrito el 21 de Julio de 2014.

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