viernes, 21 de agosto de 2015

El Mundial de Fútbol.

Veamos lo que sucede alrededor. Por ejemplo, los estadios.
Parece ser que los países concursantes deben tener entre ocho y diez estadios con capacidad de 45,000 espectadores y uno o dos para alojar al menos 80,000 fanáticos, para poder ser elegidos como organizadores. Varios países europeos o norteamericanos han pasado bien la prueba de la infraestructura. USA en 1994 adaptó estadios de béisbol y de fútbol americano para el evento; México en 1986; Italia en 1990; Francia en 1998 y Alemania en 2006, utilizaron los estadios de sus respectivas ligas locales y la inversión fue poca o justificable cuando el país tiene una población aficionada. El problema empieza cuando no se tienen suficientes estadios. Corea del Sur construyó todos los estadios de 2002. Sudáfrica también tuvo que construir la mayoría, y Brasil también edificó o remodeló varios. En países dictatoriales y petroleros como Catar esto no es un problema: el gobernante no le pregunta a nadie y tiene el dinero para hacer lo que quiera; pero en los democráticos cómo Corea, Sudafrica o Brasil, la situación es diferente.
La inversión en estos estadios siempre es polémica: ¿cuánto dinero tiene que invertir el gobierno?; ¿quién se lleva las ganancias del evento?; ¿para qué se van a utilizar los estadios posteriormente? Por ejemplo, en Brasil se está proponiendo adecuar estadios como condominios para utilizar la infraestructura. Y eso que es un país futbolista. No imagino qué habrán hecho los coreanos.
Mucho se puede decir de la infraestructura aledaña a los estadios. De entrada, es necesario considerar cuántos aficionados se estima que llegarán y si existen cuartos de hotel suficientes, pero también se necesita saber con cuánto dinero viajan: en Alemania se alojó a cientos de mexicanos en un antiguo campo de concentración nazi para evitar que pasaran frío durante la noche durmiendo en parques. En Rio de Janeiro los aficionados argentinos pudieron dormir en la playa. El problema fue limpiar después.
¿Cómo llegan las oleadas de aficionados al país anfitrión? Es otro problema: se debe tener suficientes aeropuertos y carreteras para recibirlos. Pero no sólo se trata de los problemas en ese país: durante 2010 tuve un equipo parado en el aeropuerto Benito Juárez durante diez días. No era posible embarcarlo porque los aviones grandes de todas las aerolíneas se encontraban en Sudáfrica y el equipo no entraba por las compuertas de carga de los aviones chicos.
Pero no sólo los estadios comportan datos interesantes: el consumo de agua potable se mueve respecto a los horarios de los partidos. Países cómo España y Alemania han medido flujos extremos del liquido en sus drenajes durante los medios tiempos y finales de partido. Es obvio: 45 minutos tomando cerveza pasan factura, y si no se quiere perder ni un segundo de la transmisión del medio tiempo, toda la población desfila por los inodoros en el medio tiempo o después del final.
Estos mismos fanáticos deben tener en cuenta que un partido puede afectar su salud: en una final de campeonato se pueden ganar hasta dos kilos de sobrepeso con las botanas ingeridas según estadísticas de España. Y al menos en Alemania se triplicaron los casos de infartos y arritmias cardíacas durante su mundial.
El aspecto sexual es un tema del que no hablan ni los países anfitriones ni la organización rectora del evento. El comercio respectivo es fuente de polémica e infecciones por igual entre anfitriones y aficionados. Pero no es algo a observar sólo entre ellos: sitios de citas en Internet aseguran que el número de relaciones sexuales se eleva durante los horarios de los partidos. Asumiendo que los esposos son los fanáticos del deporte, se supone que las esposas aprovechan el tiempo para tener otro tipo de encuentros.
Escrito el 27 de Julio de 2014.

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