martes, 21 de abril de 2015

Lady PROFECO.

Una joven, aprovechándose del puesto de su padre en una dependencia de gobierno, comete un acto de arbitrariedad: le ordena a varios empleados, a cargo de su progenitor que clausuren un comercio porque se sintió ofendida del trato que le dieron.
Dado que los sucesos se divulgaron por la Internet, se hizo suficiente presión social para evitar el cierre del negocio y el gobierno sancionó a los funcionarios que participaron en el acto arbitrario. De hecho, según creo, se sancionó de más.
Mis padres no son responsables de mis actos. Y si ellos tienen empleados a su cargo y éstos cometen un delito obedeciéndome, tampoco son responsables de los actos de sus empleados. Sin embargo, Humberto Benítez Treviño perdió su empleo cuando se le hizo responsable de los actos de su hija. ¿Y la sociedad? Feliz, viendo caer al chivo expiatorio.
Me explico: la sociedad, al menos una parte de quienes tienen acceso a la Internet, hicieron tal presión social que el Gobierno Federal actuó de forma inmediata. Pero cuando se dio un acto de abuso en el castigo al titular de la dependencia, nadie hizo nada para señalar que él era inocente. Hasta donde entiendo, no era culpable de los actos de su hija y no era culpable de los actos de sus subordinados, pero perdió el empleo por ello. Nadie salió en su defensa en las redes sociales.
Es más, la joven causante de este atropello sólo tuvo que disculparse brevemente y por escrito  (menos de ciento treinta caracteres). Si acaso, se tuvo que enfrentar en privado a su padre desempleado. Sin embargo, la sociedad consideró correcto castigo que su padre perdiera el empleo.
Se puede alegar que el desempleo no duró mucho, que el entonces afectado es hoy presidente de la Fundación UAEMex y que su familia tiene recursos suficientes como para tomarse unas vacaciones forzadas de varios meses. Pero hago hincapié en el hecho de que la sociedad no consideró que los padres no son responsables de los actos de sus hijos.
Sin embargo, se puede argumentar que Benítez Treviño sí era responsable de los actos de sus empleados: era su jefe y debía responder por los actos de las personas a su cargo. ¿En serio? Entonces, si yo robo en mi lugar de trabajo, ¿despiden a mi jefe por no vigilarme? Mi jefe será responsable de mis actos en el momento en que me de una orden directa, me ordene seguir un procedimiento que implique cometer un delito o sabiendo del delito no me denuncie. Seremos corresponsables.
Pero, de otra forma, yo seré responsable de mis actos y él hará lo propio. En este caso, el problema consiste en pensar que el jefe debe comportarse como tutor del empleado. No se concibe que ambos son adultos, tienen responsabilidades y pueden tomar decisiones propias. En otras palabras, se cree que el jefe debe cuidar al personal a su cargo como si fueran menores de edad.
Son cargos públicos y se cuida la imagen de la dependencia, dirán varios. Porque los ciudadanos permitimos eso, los políticos pueden colocar en el cargo a sus amigos, conocidos, familiares y recomendados. Sólo se trata de rentar la cara un rato, pasearse como modelo. Si Benitez Treviño hubiera llegado al cargo por merito propio entonces se podría revisar si existen antecedentes similares en su trayectoria y emitir un juicio sobre bases, no sobre el criterio de “necesitamos otra cara para la dependencia”.
En otras palabras, los ciudadanos somos responsables de nuestros actos y dudo mucho de que las personas que mandaron mensajes por la Internet denunciando se detuvieran a pensar en lo anterior.
Es necesario hacer énfasis en el caso porque en un país donde se dan arbitrariedades todos los días, es importante saber distinguir cuándo nosotros somos participes de ellas.
Escrito el 27 de Abril de 2014

sábado, 11 de abril de 2015

El Demonio de Descartes.

Para el mosquito que nace al amanecer y muere al anochecer, el día es eterno. Es decir, la propia naturaleza del mosquito condiciona su concepción del Universo. Esto es lo que planea René Descartes cuando habla de un genio maligno en sus “Meditaciones metafísicas”: plantea que nuestra propia naturaleza es suficiente para llevarnos a una concepción errónea del Universo. Un genio maligno con una naturaleza diferente llegaría a una concepción diferente, tal vez igual de errónea que la nuestra o tal vez del todo certera pero, sin duda, también diferente.
Cuando Descartes plantea la existencia de dicho genio, llega a la conclusión que lo inmortaliza: “pienso: no puedo negar la existencia de mi pensamiento, por lo tanto no puedo negar mi existencia: luego existo”. Es decir, no podemos estar seguros de la certeza de nuestro razonamiento; nuestro cuerpo nos impide llegar a ello. Pero la existencia del razonamiento es innegable, podemos estar equivocados pero nuestros argumentos existen y, por lo tanto, nosotros existimos. El mosquito puede estar equivocado, pero sabe que existe.
Este planteamiento es fundamental para la ciencia: a partir de la certeza de la propia existencia se puede aceptar la presencia del pensamiento de otras personas y por lo tanto su realidad. Con esto se demuestra que existe un Universo más allá de nuestros sentidos y la vida no es una ilusión de nuestra mente. Para la ciencia esto es fundamental: significa que lo que percibimos es tan real como nuestro pensamiento: buscar la repetitividad de los experimentos tiene sentido.
Pero ¿cómo soluciona, la ciencia, la inexistencia del genio maligno? O dicho de otra forma ¿cómo garantizamos que los conocimientos adquiridos sean ciertos para cualquier ser, aun para el genio maligno?
Por etapas: primero un científico repite su experimento para descartar que por casualidad lograra el primer resultado. Después, otros científicos de su misma área de estudio repiten el experimento para descartar que sea la habilidad del primer científico la causante de su acierto. Posteriormente científicos de otras áreas buscan el mismo resultado con otros experimentos. Es decir, eliminan el riesgo de que sean las técnicas y conocimientos de una disciplina en particular las causantes del resultado.
Para llegar al extremo de pensamiento de Descartes, sería necesario que un genio maligno de naturaleza diferente a la nuestra repitiera el experimento: se requiere descartar que los resultados dependen de la propia especie humana. A falta de un genio maligno o de un extraterrestre dispuesto a entrar en un laboratorio, los científicos no ejecutan la última de las etapas. Pero los trabajos concernientes a la búsqueda y al encuentro con extraterrestres plantean la posibilidad.
Por último y, alejándonos del pensamiento de Descartes, es probable que el encuentro con un extraterrestre nos dé varias sorpresas: un ser que logre viajar entre varios sistemas solares para llegar a la Tierra puede estar más interesado en la música de Bach que en los razonamientos de Descartes.
Es decir, una especie que ha logrado dominar una forma de pensamiento similar al método científico, que la ha aplicado para obtener conocimiento y ha utilizado este último para desarrollar tecnología para viajar a otros sistemas solares, no van a estar muy interesados en los razonamientos de Descartes porqué los habrán tenido ellos mismos hace mucho tiempo. Pero las obras de arte son únicas. Por muchos músicos que hayan tenido en su planeta y durante su historia, ninguno habrá compuesto las Cantatas de Bach.
Escrito el 16 de Marzo de 2014.

miércoles, 1 de abril de 2015

Supervivencia Parte II.

Para sobrevivir necesitamos leer, pero tal vez no lo necesitamos todos. Es decir, no es necesario que la humanidad lea: sólo que lo hagan los suficientes para garantizar el desarrollo científico, tecnológico y cultural necesitado por todos.
Hasta el momento esta forma de actuar ha bastado: pocas personas entienden el ciclo de Carnot pero muchas poseen un refrigerador en su casa. El problema consiste en que esta forma de actuar nos ha llevado a los actuales problemas globales: desde económicos hasta ambientales.
Por ejemplo, considero deseable que mucha gente hubiera leído de economía desde 1995. Así, cuando Vicente Fox Quesada prometió durante su campaña electoral un crecimiento económico del 7.00% pocos le hubieran creído. A duras penas logró un 4.6% en su último año de gobierno y el promedio de su sexenio fue de 2.28%, sin embargo muchas personas le creyeron, muchos de ellos profesionistas pero no economistas.
Esto último es medular para mi apuesta por la mutación al Homo Lector: para resolver los problemas actuales no basta leer solo lo que me toca. No basta con leer solo de economía porque soy economista o de medicina porque soy médico. Los problemas actuales requieren de poblaciones enteras leyendo de multitud de temas.
Imaginemos que tratáramos de enseñar historia de México mediante campañas publicitarias: anuncios espectaculares y comerciales de televisión tratando el tema, desde la cultura olmeca y hasta la guerra contra el narcotráfico. Los anuncios y comerciales captan la atención del espectador durante treinta segundos aproximadamente. Así se está tratando el cambio climático.
Quien diga que esto es un problema de educación, que las escuelas deben promover la lectura o que los libros deben ser más accesibles se equivoca. De entrada existen los analfabetos funcionales: personas que pueden leer pero no entender y mucho menos aplicar los conocimientos leídos en situaciones comunes; la mayoría de estas personas fueron a la escuela y algunos terminaron carreras universitarias.
Además la cultura es accesible: los Diálogos de Platón se pueden obtener por $200 mexicanos, menos que el costo de entrada a un concierto del artista de moda. ¿Cuántas personas van a los conciertos por cada una de las que han leído a Platón? Creo que actualmente la cultura es accesible para quienes la buscan.
Pero existe otro problema: si una persona necesita ir a ver a un médico por una dolencia, le comenta sus síntomas y él le da una receta de un medicamento con recomendaciones de comida. En caso de que el tratamiento no de resultado, la persona considera que la responsabilidad es del médico.
En cambio, una persona que lea sobre sus síntomas y al llegar a la consulta tenga la habilidad de hacer un intercambio de ideas con el médico, va a salir del consultorio con un tratamiento suyo, que entiende y adopta. Para las personas en la vida diaria ignorancia implica descargo de responsabilidad.
Es por lo anterior que pienso en una mutación; se necesita que se lea como se respira: si no respiras te mueres y estás diseñado para respirar bien, sin errores. Considero que sólo así podremos abordar los problemas actuales con conciencia  y sin evadir nuestra responsabilidad.
Escrito el 23 de Marzo de 2014.