Dios da el agua pero no la entuba. Con esta frase, un maestro en la
universidad nos explicó el problema de cobrar el servicio de agua
potable. Resulta que la gente quiere el agua, exige el agua, sabe que
es un derecho tener agua potable en sus casas, pero es difícil
hacerles entender que es necesario pagar por el servicio respectivo.
Es posible que se deba a un mal uso del idioma: un mal uso del
sustantivo agua. Recuerdo al menos dos casos de ciudades, el de
Xalapa y el de Querétaro, donde un acueducto sirvió para proveer de
agua potable durante más de cien años a la población. En ambos
casos el agua se obtenía de fuentes superficiales, manantiales o
ríos, y era transportada por un acueducto. No era necesario utilizar
bombas para transportarla porque la fuente estaba cerca de la ciudad;
no era necesario potabilizarla porque no estaba contaminada, y no era
necesario almacenarla porque había mucha agua potable respecto a la
que se consumía. En esta situación se utilizó mal el sustantivo:
la gente llamaba agua a lo que era agua potable.
Con el paso del tiempo la situación cambió. Ya no había tanta agua
y entonces fue necesario almacenarla. Las fuentes superficiales se
contaminaron; entonces fue necesario potabilizarla. Se necesitaba más
agua; entonces fue necesario transportarla de lugares más lejanos.
Tiempo después también fue necesario tratar el agua residual antes
de descargarla al ambiente. Pero el sustantivo siguió siendo el
mismo: agua.
Este cambio fue gradual, pero ha llevado a que lo que antes se
llamaba agua ahora se debería llamar servicio de agua potable. Es
decir, antes tú recibías materia, algo físico, tangible: agua.
Ahora tú debes devolver esa agua; solo se te permite usarla. Se
garantiza que va a tener una calidad aceptable para consumo humano
cuando te la entreguen, pero no debes pensar que es tuya. Lo que
antes era agua ahora es un servicio. Y la materia, el agua como tal,
es algo que sólo pasa por tu casa satisfaciendo necesidades; no es
algo físico que tú puedas aprovechar, que tú puedas usufructuar,
que tú te puedas quedar con ella.
Es posible que la economía del lenguaje juegue en contra del pago
del agua. Por ejemplo, nadie paga la luz, nadie cobra la luz. Sin
embargo, toda la gente cada dos meses va a las oficinas de la
Comisión Federal de Electricidad a pagar el servicio de suministro
eléctrico; toda la gente lo llama luz, “voy a pagar la luz”.
Nadie está cobrando la luz. La luz es algo que se da todos los días,
basta con que salga el sol. Sin embargo es más fácil decir “voy a
pagar la luz” que decir “voy a pagar la electricidad”. Peor
aún, “voy a pagar la luz” es mucho más fácil que decir “voy
a pagar el servicio de suministro eléctrico”. Lo mismo pasa con el
agua: es más fácil decir “voy a pagar el agua” que decir “voy
a pagar el servicio de agua potable”.
A partir de este caso de economía del lenguaje es clara la confusión
de las personas y su negativa al pago del servicio. Si el agua es
gratuita, entonces no tengo que pagar por ella. Lo malo es que no se
cobra el agua, se cobran los servicios de extraer, conducir,
potabilizar, almacenar, distribuir, recolectar y tratar el agua.
Escrito el 18 de Agosto de 2013.
Interesante, gracias
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