viernes, 11 de diciembre de 2015

Pruebas de resistencia.

¡Muchachos, no dejen condones tirados en el laboratorio! El maestro nos lo advertía porque durante un curso antes había recibido una queja por parte del director de la facultad. A él le habían llamado la atención en la Administración porque los intendentes, que eran nuevos, habían levantado un reporte mencionando actividades impropias en las instalaciones de la universidad.
¿Qué hacíamos los alumnos cada semestre, en el laboratorio de mecánica de suelos, con condones? Pruebas de resistencia de materiales, en particular, pruebas triaxiales para determinar la capacidad de carga de los suelos.
Cuando se construye un edificio es necesario garantizar que el suelo va a soportar el peso de la construcción: que no se va a hundir. Para lograr esto se toman muestras del suelo y se someten a presiones similares al peso del edificio ya construido, con una prensa en un laboratorio.
Para obtener resultados confiables se necesita presionar la muestra de suelo “como si siguiera en el terreno”: por todos lados, adelante y atrás, derecha e izquierda, arriba y abajo; son tres direcciones y se llama prueba triaxial. Para lograrlo se debe cubrir la muestra con una membrana impermeable, se sumerge en un recipiente con agua y se aplica presión a esta última. El agua a su vez presiona la muestra de suelo que no se mojará debido a la membrana impermeable. Para efectos prácticos, utilizábamos condones como membranas impermeables. Terminadas las pruebas, algunos alumnos dejaban basura tirada en el laboratorio. De ahí el reporte de intendencia, la llamada de atención administrativa, la queja del director y la advertencia del maestro.
La selección del condón para la prueba no era cualquier cosa: una mala elección podía arruinar días de trabajo. Todo empezaba viajando al terreno del cual queríamos saber su capacidad de carga. Cavábamos una zanja al rededor de un cubo de tierra y con mucho cuidado recubríamos éste con capas de cera y manta para conservar la humedad natural. Desprendíamos el cubo del terreno sin romperlo, y terminábamos de envolverlo. Transportarlo era una cuestión delicada porque un golpe podía"sentir" el suelo y hacer que resistiera menos en las pruebas. En el laboratorio debíamos romper la envoltura con cuidado y labrar con delicadeza cuatro cilindros de diez centímetros de largo por tres de diámetro. Estos cilindros eran los que se metían en los condones, se sumergían y se comprimían. Elegir mal la membrana aislante ocasionaba que se mojara la muestra y se arruinara la prueba. Esto implicaba labrar más cilindros y en el peor de los casos regresar al terreno por otro cubo de suelo. Por ello a veces se colocaban dobles o triples condones, felicitándonos cuando se rompía uno pero el resto aguantaba.
Aun cuando los reportes de las prácticas sólo incluían la capacidad de carga de los suelos en cuestión, los alumnos teníamos registros de dónde comprar a bajo costo los condones y la presión que aguantaron. Así obteníamos una estadística de control de calidad bastante confiable: si los condones de determinada marca soportaban 20 kg/cm2 bien podíamos pensar en dos horas de uso convencional sin riesgo de que se rompiera.
Antes de que egresáramos de la universidad, la dirección de trabajo social instaló máquinas para venta de condones en todas las facultades: su intención era promover la salud sexual. Poco después leí un artículo en la revista universitaria sobre las ventas de condones en toda la universidad: por mucho mi facultad era la de mayor demanda y los trabajadores sociales estaban interesados en replicar el éxito en otras facultades.
Escrito el 27 de Febrero de 2013.

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